Lo conocí de casualidad, de la
misma forma en que suelen conocerse las personas que de un momento para otro se
tornan importantes en nuestras vidas. Empecé a quererlo y a quererlo cada día
un poco más… A esperarlo… a pensar en él… a soñarlo… a romperme la cabeza
inventándole frases bonitas… a suspirar viendo sus fotos… a quedar obnubilado
imaginándolo y que la gente piense que soy un idiota…
Y llegó el “te quiero”, escuchar
esa combinación de letras de ciertas personas tiene un efecto epinefrínico en
todo el cuerpo humano y uno queda paralizado, atontado, anonadado y no percibe el enorme cartel con intermitentes luces rojas de neón
que dicen “PELIGRO… CUIDADO… NO ENAMORARSE”… pero, como hacemos a lo largo de
nuestras vidas, nunca prestamos atención a las señales que pueden ahorrarnos un
malestar posterior… Y nos mandamos creyendo que somos Superman y que tenemos
todas las respuestas…
Después del “te quiero”, viene el
“nosotros”… Empezamos a soñar juntos, a planear un futuro y las ilusiones
brotaban por todos lados… Y el cariño cada día crecía más y más, y por una
extraña fórmula bioquímica se transformó en “AMOR”…
“AMOR” que dura hasta que un día,
de la misma manera que comenzó, se terminó. Entonces nos inundan, nos
desbordan, nos agrietan sentimientos contradictorios. Por un lado, uno se
siente vacío, las horas que pasaba con la otra persona dan vueltas por ahí sin
saber con qué llenarlas; uno pasa ese tiempo en las redes sociales (haciendo
fuerza por no entrar al perfil de esa persona), en la cama (es cuando la cabeza
más trabaja y millones de pensamientos circulan como en una autopista), mirando
películas (para fugarse de ese dolor que penetra nuestra piel y no podemos
identificar de qué lugar proviene), con algún amigo compasivo (que amablemente
nos dice esas frases de película que tanto hemos escuchado y que son hermosas,
pero que en estos momentos no nos sirven de consuelo), comiendo helado o
chocolate (para calmar la angustia oral)… pero siempre, no importa qué hagas,
dónde o con quién estés, hay algo que hace que un recuerdo de los momentos
compartidos con la otra persona se filtre como un hábil ladrón y lo arruine
todo… y te robe una lágrima...
Por otro lado, en simultáneo, nos
sentimos tan llenos de tanto afecto, amor, cariño, ilusiones, proyectos… que
uno no sabe qué hacer con ellos, resulta que el dueño se fue y nos lo dejó todo
desparramado por ahí … ¿Dónde diablos vamos a depositar todo esto? ¡Se necesita
un camión de mudanzas o una flota completa para sacarlos de nuestro corazón! (y
por supuesto no tenemos un centavo para pagar algo así). Tendría que terminar
esta historia diciendo que pronto, sin que te des cuenta siquiera, cuando menos
lo esperas y del lugar menos imaginado, aparece otra persona y el ciclo vuelve
a comenzar (aunque está vez, la fase “amor” puede durar muchos meses o incluso
años o, porque no ser idealista y romántico, para toda la vida); pero no puedo
terminar diciendo eso, porque en esta etapa final uno siente que nunca más (lo
siente exageradamente) volverá a conocer a alguien tan perfecto (Sin embargo,
no teman, si se pasa la varicela, la gripe o el sarampión; también se pasa el
mal de amor)… Así suelen ser los finales (de amor) “tristes”…
Sí que suelen ser tristes...pero pensemos que cuando el AMOR permanece es precioso y compensa! un beso
ResponderEliminarWinnie... Sí, la verdad que valen la pena... Muchas gracias por tu comentario... te mando un fuerte y cálido abrazo!!
ResponderEliminarOhhh!! Un final muy perfecto Nano!
ResponderEliminarEl amor es lo más hermoso, lo mejor del mundo... Pero al mismo tiempo, es lo peor, lo que más daño hace... Pero somos humanos... y podemos aprender a sacarle lo mejor...
Besos mentales.
Y sii... el amor tiene su cara agradable, pero también sus riegos... terminar herido... pero siempre vale la pena amar y, bueno, luego se verá que sucede... Abrazos!
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