LA DECADENCIA DE LOS DIOSES

Antes de conocer a Nacho creía que los chicos que salen en publicidades, con sus cuerpos esbeltos y fornidos, sus sonrisas perfectas, sus miradas distantes, lo tenían todo… Cada vez que me detenía a observar una gigantografía, afiche o pieza gráfica en la cual aparecían un dejo de envidia me invadía… Ojalá fuera como ellos, tuviera sus posibilidades, sus sueños, su vida recortada de una novela con final feliz… hasta que lentamente fuí entrando a ese mundo de flashes que te enceguecen, de sueños que se pierden en alguna esquina sin nombre… y llegué a preguntarme qué le sucedería a Zeus si alguien lo destronara del Monte Olimpo… o a Júpiter si a le quitaran su cetro …

Anoche fue la fiesta de fin del verano, en las sierras que están próximas a Balcarce… Como todas las fiestas estuvo llena de glamour, de cientos de jóvenes en 4x4, de chicas de almanaque, de objetos de lujo y moda, de prendas de marca… y de sueños rotos… Cheyro, dolido por el desengaño con Olivia, fingía con enorme vanidad ser la persona más feliz del universo del brazo de Yasmina… Olivia estaba con su “nuevo amor”, un jugador de fútbol al que pronto venderán al extranjero… y entre tanta felicidad de revista del corazón, estaba Nacho queriendo tener un lugar en ese continente del cual había sido expulsado…

Nacho bailó… y bailó como nunca lo había visto bailar, jugó a ser el sex symbol más deseado, saltó al compás de la música abrazado a los amigos de turno, desinhibió a cuanta persona se le cruzara, cantó a viva voz las canciones de moda, besó a las chicas que desparraman belleza de siliconas… por instantes pareció que nada había pasado que era uno de “los chicos de las fiestas”… Acompañado por la bebida alcohólica que hallara en su camino Nacho volvió a brillar, se convirtió en el centro de atención, todas las miradas estaban depositadas en él…

Lentamente fue perdiendo el control de sus actos, el alcohol (y quien sabe cuánta porquería más) comenzó a dominar su organismo, fue perdiendo la lucidez… su brillo efímero desapareció… Se tornó molesto, desagradable, alguien a quien nadie quería tener cerca… La fiesta que lo había convertido en el rey, ahora lo estaba expulsando a un exilio furtivo… Y Nacho (o lo que para ese entonces quedaba de Nacho) no pudo aguantarlo…

Se subió al trampolín de la pileta de natación de la casa quinta en la que estábamos… De pronto todas las miradas volvieron a posarse en aquel desparpajo humano que no podía sostenerse en pie, que decía incoherencias, que apenas podía modular para pronunciar alguna palabra claramente… Con una botella de champagne en su mano, sacudiéndola de un lado para otro, esparciendo sus burbujas al viento… danzando en una cuerda floja… brindando por los dioses del momento, soñando con mil luces de colores que lo alumbraban… Nacho cayó a la pileta… Su público rió e imaginó que el show había terminado…

Corrí hacia él y lo encontré en un estado deplorable, sin posibilidad de moverse, tiritando, totalmente empapado, sentado en el borde de la piscina con sus pies en el agua y la cabeza dándole vueltas… Estaba volado, con las ideas mezcladas como un licuado. Con un esfuerzo enorme, cargándolo, lo saqué de la fiesta, lo llevé a uno de los cuartos del caserón, le quité la ropa mojada, sequé su cuerpo de fotografía y lo acosté en la cama. Vi en él una tristeza tan honda que caló profundo en mi corazón… Me recosté a su lado, apoyó su cabeza sobre mi hombro y se durmió como un niño necesitado de afecto mientras acariciaba su cabellera húmeda y suave...