MARIONETA SIN HILOS

Benjamín lejos en algún recóndito lugar de Buenos Aires, Cheyro llorando por los rincones por un amor no correspondido, Imanol que me asigna tareas de lo más absurdas, mi familia que es el pabellón de neuróticos graves de la clínica de Sigmund Freud… y como si todo esto fuera poco… Tomás que anda revoloteando como si fuera un vampiro sediento… Todo esto fue motivo de conversación con Ernesto, mi psicólogo… Es un poco desaliñado, a veces creo que se duerme mientras hablo, se viste como si se hubiese detenido en el tiempo, fuma de una pipa muy chistosa… pero hace interpretaciones magníficas… Ernesto conoce muy bien a Tomás puesto que decidí comenzar terapia luego de nuestra separación, de modo que en cuanto le hablé de su regreso se mostró muy predispuesto a ayudarme…

Ernesto con su visión de psicoanalista experimentado me explicó que Tomás me quería a su lado para representar un millar de veces alguna escena familiar antigua, que no me necesitaba como amigo sino como actor de su juego, puesto que tal vez jugando y jugando, algo podía repararse en su interior. Tal vez así los fantasmas se escaparían para siempre de su prisión de cristal.

Me pidió que lo invitara al consultorio para efectuar una derivación a un colega… de modo que ayer por la mañana busqué a Tomás en los lugares que frecuentaba y le entregué la tarjeta personal de Ernesto diciéndole que allí encontraría la ayuda que necesitaba…

Ernesto me pidió que estuviera presente, para darle más confianza y explicarle mejor la importancia de un tratamiento médico y psicológico… Tomás no se presentó en el horario estipulado sino cuando estábamos por irnos. Se paró en el marco de la puerta principal y monologó algo similar a esto: - Yo no sufro, porque el sufrimiento es de los seres humanos y no soy humano; no tengo temor, no es propio de los demonios; no amo, porque cuando lo he hecho me han lastimado. Soy imagen de la infinidad; he cambiado mi rostro tantas veces que nunca sabré quién soy, no tengo identidad. Soy una sombra del más allá… - dijo con una voz grave y su cuerpo desgarbado y tenso.

- ¿Por qué lo elegiste a Tomás?- indagó desafiante Ernesto. Yo simplemente observaba.

- No lo elegí… Siempre me estuvo esperando. - rió sarcásticamente – Me han invitado a entrar, la furia me despertó… - se desplomó, con Ernesto corrimos a asistirlo.- Perdón… No puedo manejarlo…- y acto seguido Tomás lanzó una carcajada que retumbó en el despacho y exclamó con su tenebrosa voz mientras continuaba riendo arrogantemente: –Los he engañado… Tanto estudio no les ha servido. ¡Ingenuos! No se olvidarán de Tomás, dejaremos huellas y seremos inmortales, sentiremos el poder de la venganza en nuestras manos, la fuerza del odio nos hará caminar… ¿No es verdad, Tomy?- se incorporó de prisa, el cuerpo se le puso fláccido como una marioneta sin hilos, los brazos y la cabeza colgaban, las piernas apenas podían sostenerlo. La cabeza se inclinó hacia atrás y adelante, como afirmando lo que antes había preguntado. Al recuperar su postura y pronunció: - No hay forma de frenarme. Conozco el sabor de la impunidad, hago esto desde hace mucho tiempo… - Se desplazó veloz y ágilmente hacia Ernesto, como si volara, lo tomó del cuello y lo apretó contra la pared, subiéndolo por encima de su cabeza; luego, señaló aproximando su rostro al del hombre: - No intentes desafiarme… - Lo soltó. Ernesto cayó al suelo, llevo sus manos al cuello oprimido y procuró respirar. Él otro se escabulló.
Ernesto me miró perplejo… Nos miramos… y ambos coincidimos en que era necesario solicitar algún tipo de internación para Tomás…